Mi diosa Natalie Wood y el enamoramiento, por Kurt Schleicher


 La pregunta es: ¿qué significa eso de “nuestras diosas”? 

O:  ¿Por qué nos gusta tanto hablar de ellas?

O: ¿Nos han marcado de alguna forma?

Y ya puestos,  ¿Qué hace que en nuestros años juveniles nos hayamos enamorado de una determinada muchacha? (parto de la base que todos nos hemos enamorado alguna vez)  

¿Cuál es el mecanismo físico o químico para que nos pase eso?  ¿Cuál es el proceso y cuáles las condicionantes? ¿Cuál es el “leit motiv”? ¿Se parte de una impronta en el cerebro dejada casualmente en alguna ocasión? ¿Puede tener que ver esta impronta con una estrella de cine que nos haya gustado y lo reflejamos en determinadas personas que pensemos que tengan un cierto parecido? ¿O se debe a una persona determinada con la que nos hemos cruzado en años más bien infantiles que juveniles? ¿O una mezcla de todo un poco a modo de pospurrí?

Y ya puestos, cuando nos pica el mosquito o se pone en marcha la reacción en cadena, ¿por qué nos volvemos tan estúpidos y poco racionales? Ya sabéis, eso de que Cupido es ciego…

Y ya puestos: ¿nos puede pasar también más allá de los 60, o ya no se dan las mismas condicionantes o los efectos? ¿Qué cambia? ¿Razones físicas por limitaciones de la edad? Si pensamos que es así, ¿por qué? El cerebro no envejece con la edad pese a la destrucción de neuronas, dada la función de neuroplasticidad localizada en el hipocampo. O sea, que aunque unas neuronas desparezcan, podemos crear otras nuevas. Eso debe tener que ver con que algunos sean más sabios… o capaces también de desarrollar en el proceso mental reacciones parecidas a cuando eran jóvenes.- No tienen porqué ser las mismas, al haber salido y entrado neuronas diferentes, pero los efectos pueden ser muy bien similares ¿por qué no?  Ya sabemos eso de que si ejercitamos el cerebro tardará más en oxidársenos, aunque haya gente que se crea que el enamorarse se hace con otros órganos (los poetas, con el corazón y los hotentotes, con perdón de los mismos, con lo que todos estamos pensando). Bueno, pues es con el cerebro. Pero, ¿dónde, cómo y por qué?

Bueno, pues si a alguien le interesa esto, que siga leyendo; si alguien se ha creído por el título que voy a contar la vida de Natalie Wood, está en un craso error…

La primera en la frente: muchas investigaciones psicológicas demuestran que ciertas imágenes embebidas en nuestros recuerdos infantiles, sean éstos conscientes o inconscientes, son decisivas o son incluso el motor de arranque de ciertas funciones o reacciones que ponen en marcha el proceso.

¡Mucho antes de que una persona se fije en otra ya hemos construido un mapa mental o un conjunto de informaciones mayormente visuales – o sea, una imagen- que conforma un molde completo de circuitos cerebrales (aquí hablamos de personas de sexo contrario, claro, pero quién sabe si en los homosexuales se produce una disfunción que hace que la imagen sea de alguien del mismo sexo, pero obviamente este caso no lo voy a tratar aquí)

¿Cuándo se desarrollan estos mapas o esta imagen por primera vez? Pues debe suceder cuando tenemos entre 5 y 8 años, según un sexólogo llamado John Morley, que afirma que se produce por simples asociaciones en momentos determinados (completamente fortuitos) con miembros de la familia (en ocasiones, malo, la propia madre), o estando con amigos, o con profesores o incluso hijas de profesores si se ponen a tiro.

O sea, ¡que hemos construido inconscientemente una imagen mental con rasgos esenciales que está escondida en un rincón de nuestro cerebro, que en el momento que establezca una asociación, pudiera poner en marcha todo un proceso de tipo químico!  ¿Por qué químico? Pues porque en las reacciones emocionales hay electricidad (básicamente, descargas neuronales) y hay sustancias químicas –como las hormonas y otras- que forman parte del proceso.

 ¿Qué pasa cuando se produce la asociación y nos pasa esto por primera vez – el “click”? Pues que se desploma de repente el nivel de serotonina y al cerebro entonces, para compensar, no se le ocurre otra que empezar a producir como loco la fenitilamina (compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas).- Cuando nuestro cerebro se da cuenta que se está inundando de esta droga, reacciona de nuevo secretando dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer), a la vez que también se producen otras hormonas como  la norepinefrina, la oxitocina y la vasopresina, que no hacen sino estimularnos y empujarnos a tirar para adelante y aguantar horas y horas sin cansarnos si estamos cerca de persona que ha producido el “click”. Cuando no nos atrevemos, es que la producción de estas hormonas ha sido un poco más deficiente.-

A veces suele pasar que por razones ligadas al propio mapa y a la presencia de la oxitocina, se nos estimule la producción de testosterona, y es que ciertos rasgos de la imagen nos impelen a producirla; en esos casos, el enamoramiento ya no es tan “etéreo”, se nos producen reacciones placenteras en otras zonas de nuestro cuerpo que ponen a su vez en marcha otros procesos levantiscos  bien conocidos.  Pero no siempre pasa eso, pues de pequeñines todavía nuestro cuerpo no está preparado para estas inyecciones de testosterona - y bien que se cuidaban en nuestros infantiles años los hombres de negro en hablarnos de la lujuria y todo eso… por si acaso.

(Nota al margen: la oxitocina surge cuando dos personas se miran a los ojos durante un lapso prolongado, se funden en un abrazo o también si se ponen a tocarse, besarse, darse masajitos el uno al otro y darle al sexo, mientras que la vasopresina interviene en la formación de los vínculos emocionales).

La oxitocina es también la hormona que nos hace depositar nuestra confianza, nos ayuda a superar el "miedo social" y resulta indispensable e importante para la unión.

¡ Vaya cóctel!  Ya la estamos liando...

También es digno de mención que a la vez que se producen todos estos disparos de hormonas y entretanto las áreas de recompensa del cerebro están inundadas de dopamina, las regiones relacionadas con las emociones negativas y con el juicio crítico SE APAGAN. De ahí que nos falta juicio en esos momentos y además, en función del carácter de cada uno, claro, todo nos parece posible y nos hacemos optimistas. (Esto está comprobado gracias a escáneres cerebrales, conste…)

El olfato también ayuda, máxime si lo relacionamos con la imagen, y es otro sentido que nos acelera el proceso, no solamente el de la vista. (Y aunque sea adelantarnos, el sentido del tacto está agazapado para hacer uso de él, claro, pero eso ya será  durante una fase posterior del proceso.- Pero ganas no le faltan…)

La sensación que percibimos tras dar comienzo todo este proceso es que nuestro organismo entra entonces en ebullición. A través del sistema nervioso el hipotálamo envía mensajes a las diferentes glándulas del cuerpo ordenando a las glándulas suprarrenales que aumenten inmediatamente la producción de adrenalina y noradrenalina (neurotransmisores que comunican entre sí a las células nerviosas).

Sus efectos se hacen notar al instante: El corazón late más deprisa (130 pulsaciones por minuto), la presión arterial sistólica sube,  se liberan grasas y azúcares para aumentar la capacidad muscular y se generan más glóbulos rojos a fin de mejorar el transporte de oxígeno por la corriente sanguínea.

A partir de aquí, se elimina estrés y nos invade una agradable sensación de plenitud y goce. Esto se debe a la acción de las endorfinas, también conocidas como las 'hormonas de la felicidad', que no son hormonas, sino opioides de secreción interna que suscitan en el cerebro sensaciones tales como éxtasis, anestesia y bienestar.  Y es a partir de este momento cuando se ponen las bases de cierta estabilidad, o sea, cuando se empieza a pedir una cita a la chica, seguido de “salir juntos”, etc. etc. y terminando hasta con el matrimonio, si hacemos caso a esos impulsos… o sea, la cosa ya se pone peligrosa.

En los casos de aumento de testosterona, también se libera monóxido de nitrógeno que tiene acción sobre numerosas funciones orgánicas, favoreciendo el riego sanguíneo de los órganos situados “un poco más abajo” y nos van preparando, por si acaso, pero este proceso no tiene por qué estar ligado siempre  al anterior.

http://www.quo.es/design/quo/images/transpa.gifhttp://www.quo.es/design/quo/images/transpa.gifVolviendo a la fase inicial, este mecanismo es muy similar al que sentimos cuando nos invade el miedo: corazón desbocado, rodillas con flojera y sensación de irritabilidad muy característica en la boca de nuestro estómago. Todo esto depende de nuestro sistema nervioso vegetativo, que es el que rige las funciones corporales que no dependen de nuestra voluntad, como es el ritmo y la intensidad del ritmo cardíaco. Cuando nuestro cerebro detecta algún tipo de amenaza, o en el caso que nos ocupa con la presencia del 'objeto de deseo', se desencadena un conjunto de reacciones encaminadas a poner el cuerpo en condiciones de atención y velocidad de reacción máximas; se envía entonces  la alarma al hipotálamo y éste actúa como se ha dicho más arriba.  Al mismo tiempo, determinados haces nerviosos transmiten al corazón la orden de estar preparado para cualquier eventualidad.  ¡Todo esto parece muy militar!

Resumiendo: que visto desde este ángulo, ese enamoramiento que es la base de tantas novelas y películas  resulta que es un proceso bioquímico que se inicia en la corteza cerebral, pasa a las neuronas y de allí al sistema endocrino, dando lugar a respuestas fisiológicas intensas. Por cierto, no he dicho todavía en qué lugar del cerebro: pues  las áreas implicadas, aparte del citado hipotálamo, son  la corteza prefrontal, la amígdala, el núcleo accumbens y el área tegmental frontal; debe ser por esto último que, cuando nos damos cuenta que nos hemos enamorado, lo primero que hacemos es darnos un golpe con la mano abierta en la frente, gesto típico de “en qué estaríamos pensando”.  

    Algunos de los trabajos más recientes han sido realizados por la Dra. Stephanie Ortigue (vaya apellido), quien estimó que hasta 12 áreas de cerebro humano están involucradas en este sentimiento, lo que significa que la “cosa” ya es más compleja de lo que parece.  La misma doctora considera  que tan solo tardamos medio segundo en enamorarnos, que es el tiempo que necesita nuestro cerebro para poder liberar las moléculas neurotrasmisoras que generan las distintas respuestas emocionales.  Asimismo afirma que el sentimiento amoroso provoca alteraciones neuronales en áreas del cerebro relacionadas con la percepción, lo que puede explicar el hecho de que las personas enamoradas encuentren a su pareja mucho más especial que el resto.

  Hasta ahora, todo parece que es goce y felicidad, con una sensación de estar drogados (lo cual no deja de ser cierto, pues hay una relación biunívoca comprobada entre los niveles –altos en este caso- de fenitilamina en el cerebro y el que esa persona esté enamorada). Por cierto, también se produce el fenómeno inverso, es decir, que cuando el enamorado no se siente correspondido, tiene tendencia compulsiva a comer chocolate, alimento rico en fenitilmaninas, pues siente “mono” o falta de sensaciones de enamoramiento. O sea, que estamos ante (o bajo) el poder de anfetaminas naturales. Drogatas, que somos unos drogatas y no lo sabemos…

 Y no sólo eso, sino que, siguiendo con las emociones negativas asociadas, la cosa se puede poner fea: La emociones dolorosas se desarrollan cuando los centros de recompensa del cerebro, acostumbrados a un nivel de dopamina alto, no encuentran "su chute" necesario. Paradójicamente, cuando llegue un "nuevo objeto de deseo" tenderemos a amar de nuevo con más fuerza; hasta el pánico también se activa de forma similar a la ansiedad.  Entonces el amor puede convertirse en ira y odio, ya que las regiones asociadas con la recompensa están en el cerebro estrechamente vinculadas a la rabia. Finalmente, cuando los amantes despechados se resignan a su suerte, a menudo entran en períodos prolongados de depresión y desesperación.

Estas emociones negativas pueden generar algo de obsesión, acoso e incluso, en caso de los más psicópatas, en el asesinato de sus seres queridos, cosa que adquiere especial y triste relevancia en los casos de violencia de género (sería más correcto decir violencia de sexo, por cierto) que vemos en la prensa, lamentablemente con demasiada frecuencia…

  Y hasta, dejando a un lado las emociones negativas y considerando solamente las positivas, se considera que si el enamoramiento con los síntomas citados a todo trapo se prolongase  más de seis meses, podría considerarse patológico y con cierto riesgo de llevar aparejados desórdenes mentales. ¡Tooma! Y mientras “perdemos la razón” y por los motivos químicos que hemos visto  se acelera nuestro corazón, pensamos de manera obsesiva y recurrente -prácticamente sin poder ni querer hacer otra cosa- en la persona querida, sufrimos altibajos emocionales, nos desprendemos de nuestras inhibiciones, sentido del ridículo y sentido común y nuestro nivel de tolerancia a la tontería se eleva en grado superlativo. Quizás por todo eso, el límite de los 6 meses sea hasta una “defensa” del propio cuerpo, pues parece hasta peligroso a la larga…

Como indicación adicional, una investigación impulsada por el psicólogo Arthur Aron de la Universidad de Nueva York (EE.UU.) ha comprobado que el comienzo del enamoramiento puede producir en el organismo humano "el mismo efecto que el recibir una dosis de cocaína, droga que es un poderoso estimulante del sistema nervioso y además suprime el hambre en quien la consume".  ¡Madre mía!

Y no sólo eso: a los participantes del experimento se les mostraron imágenes de las personas de quienes estaban enamorados y en ese instante se registró la actividad de su cerebro por medio de una tomografía, comprobando que, al motivarse, una determinada área se inundó de dopamina,  sustancia que, como hemos visto, aparece en la sangre cuando experimentamos sensaciones agradables (como el hacer el amor, comer chocolate o consumir ciertas drogas).

   Según Fisher, la actividad neuronal es diferente según si se trata de apego, amor o deseo sexual, por lo que nuestro cerebro no se activa de la misma forma en las relaciones 'serias' o duraderas que en las primeras etapas del enamoramiento.  Interesante punto de vista, ya que si mantenemos que el origen del proceso está en esa “imagen” de la infancia, las imágenes posteriores se comparan con la primigenia y, según sean los rasgos y las “diferencias”, los procesos químicos pueden derivar de formas muy variopintas: en unos casos nos enamoramos “platónicamente” y en otros se nos llega a generar testosterona e impulsos sexuales. Y más tarde, la propia imagen puede transformarse por el uso continuado y hacer que los impulsos sean mucho más tenues y hasta que ya ni se generen, hasta que una nueva imagen fuese capaz de activar de nuevo el proceso con renovados bríos.  ¡Esto pudiera ser muy bien el origen de las “infidelidades”…!

  Y bien que se aprovechan de todo esto los poetas, los escritores, los guionistas, los directores de cine, etc., pues al ver la película o leer el libro, nuestro cerebro “remeda” esas sensaciones, ya que tenemos la tendencia de ponernos en la piel de los protagonistas. Y lo mismo sucede con la manía (de los jóvenes especialmente) de poner posters de ciertas imágenes de personas que tienen  la facultad de activar también ese “click de asociación” con la imagen oculta en nuestro cerebro. ¡Todo tiene su explicación!

Hay que mencionar que  aquí nos encontramos con una clara diferencia entre hombres y mujeres: “Mientras que los hombres, cuando se enamoran, parecen tener una mayor actividad en la región cerebral asociada a los estímulos visuales, en las mujeres se activan más las áreas asociadas a la memoria”, señala el Dr. Porta-Etessam. Para ellas más que para ellos y según diferentes estudios, sea cual sea el origen del enamoramiento, las relaciones a largo plazo son sin duda importantes para hacernos sentir felices y plenos.

Creo que esta aseveración ya es más “atávica” que otra cosa en los tiempos actuales, con todo eso de la igualdad y la posición social de la mujer hoy, pero por mucho que cambien las cosas, siempre quedan rescoldos.- Bueno, será mejor que esto lo confirmen las mujeres, pues yo no me siento capacitado para opinar en este “resbaladizo” terreno estando situado en la otra orilla…

  Respecto a la aseveración del doctor Porta-Etessam, no lo tengo muy claro;  que me explique entonces por qué las mujeres tienen aún más arraigada la manía de los “pósters” que el hombre.- Para mí que también les surge esa “imagen” primigenia, igualito que a los machotes. En fin, si alguna lectora me lo pudiera confirmar, estaría encantado.

  Esto no quita que en los hombres descubrimos una mayor actividad en una pequeña región cerebral asociada con la integración de los estímulos visuales. Esto tiene sentido: el negocio de la pornografía se apoya más en los hombres y las mujeres se pasan la vida intentando agradar con su aspecto a los hombres… O sea, que las imágenes visuales son más importantes que el olor, por ejemplo; de ahí que le llama amor a primera vista, no amor “a primera olida”.

   El impulso sexual es diferente del enamoramiento romántico y es diferente del afecto. También creo que han evolucionado por razones diferentes: el impulso sexual evolucionó para que saliéramos a buscar a nuestras parejas, mientras que el “enamoramiento romántico” es un impulso más verdadero, porque emana del cerebro primitivo y es más fuerte que el impulso sexual.

  Probablemente más para las mujeres que para los hombres, cuando están locamente enamoradas también quieren irse a la cama con la pareja, pero lo que realmente quieren es que se las llame por teléfono, que se las invite a cenar, en fin, que se crease una unión emocional. De hecho, una de las características principales del enamoramiento es el deseo de contacto sexual… y de exclusividad sexual. Cuando nos acostamos con alguien y no lo amamos, no nos importa realmente si también se acuesta con otros. Pero cuando nos enamoramos, pasamos a ser realmente posesivos.

 Se dice que la actividad asociada al  enamoramiento (no los primeros síntomas mencionados) puede llegar a durar de 2 a 3 años, incluso a veces más, pero al final la atracción bioquímica decae. La fase de atracción no dura para siempre. La pareja, entonces, se encuentra ante una dicotomía: separarse o habituarse a manifestaciones más tibias y menos químicas del amor -compañerismo, afecto y tolerancia. Como decía Jacinto Benavente: El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es para morir.

Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un amor más sosegado. Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz. Dicho estado también está asociado a otro proceso químico; en este caso son las endorfinas -compuestos químicos naturales de estructura similar a la de la morfina y otros opiáceos- los que confieren la sensación común de seguridad comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido, pues dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.

Para conservar la pareja es necesario entonces buscar mecanismos socioculturales (grata convivencia, costumbre, intereses mutuos, etc.) que ya poco tienen que ver con la bioquímica.  Y ya sabemos que conjugar los estímulos químicos ya bastante más débiles o degradados por el tiempo con estos mecanismos y mantener la pareja unida no es nada fácil…


                                                           *******************


  Sabiendo ya todo esto, volvamos al principio y a mis propias experiencias. Y a Natalie Wood también; ahora veremos por qué…

   Pues sí; en línea con lo que dice más arriba, a los 8 años tuve una experiencia que recuerdo muy bien, mientras que otras aledañas ya bastante menos.- En la preparatoria teníamos una profesora llamada Dª María Luisa, que la verdad sea dicha casi no la recuerdo, sólo que era algo bajita, me parece.- Pero tenía una particularidad, y era que tenía una hija de unos 18 años, muy guapa y morena, llamada Mª Carmen.- La conocí con ocasión de un viaje en tren que hicimos un verano a una colonia de verano en la playa de San Juan, en Alicante. No recuerdo muy bien lo que pasó, sólo que tras haberla visto y cuando se ponía en marcha el tren y mis compañeros estaban la mayoría llorando al despedirse por las ventanillas de sus padres, yo miraba de reojillo a la interfecta y no sentía el menor atisbo de pena. ¡Qué vacaciones iba a pasar cerca de aquella morenaza, mezcla (entonces no lo sabía, claro) de Angelina Jolie, Natalie Wood y Claudia Cardinale!

  Pues sí, algún mecanismo se me debió de poner en marcha; le mandaba corazoncitos dentro de una pelota de papel,  creo que hasta le mandé alguna carta inflamada, no sé, pero el caso es que le debí de caer en gracia a la simpaticona de ella y me las arreglaba para estar rondándola todo lo que podía.- Un día me pidió que la trajese no sé qué y fui a toda velocidad a por lo que fuera; en la precipitación me debí de caer, pero –qué bien- luego fue ella quien me curaba.  ¡Casi me hago masoquista!

  Evidentemente, aquella desigual relación tuvo un rápido final coincidente con el fin del verano, y quién sabe si fue entonces cuando eché unas lagrimitas al percibir que probablemente ya no la vería más, como de hecho así fue. La vida sigue. Corría el año 1955 …

   Un par de años más tarde sentí algo similar por la hermana de un buen amigo mío; ya la cosa estaba más igualada, pues solamente me llevaba dos años y no diez. Pero ahí había muchas cosas en común: morenaza, guapa, ojos expresivos y sonrisa arrebatadora, muy al estilo de Natalie Wood. Pero esos dos años, cuando se tienen 12  y ella 14, son demasiada distancia todavía; a ella le gustaban los de 15 para arriba. Y yo me decía que había nacido demasiado tarde… (según me contaron mucho años después, a los padres les pedí formalmente que me la reservaran para cuando pasaran unos cuantos años más)

  Como estas cosas son cíclicas y con movimiento uniformemente acelerado, sobre todo si el objeto del deseo no se “amolda” a las querencias, a los 15 años volví a sentir algo parecido, ya no con la hija de la profesora, sino con la propia profesora de química. Era más bien bajita pero muy bien conformada, debería andar por los veintitantos, morena y muy atractiva, al menos para mi gusto, pero muy seria (no le quedaba otro remedio con los quinceañeros en eclosión que tenía por alumnos). ¡Qué casualidad! Volvían a coincidir los parámetros con esa imagen primigenia. Obviamente, tal relación no tenía futuro (ni siquiera presente), aunque le he dedicado una cariñosa semblanza.

   Y a los 17 volví a sentir algo similar, y por primera vez ya un poco más joven que yo.- Y de nuevo los parecidos: morenaza, no muy alta, ojos muy expresivos y sonrisa a lo Natalie Wood. En aquél momento, yo ya acababa de ver una película que me impactó: Esplendor en la hierba, de Elia Kazan. Y una escena que me había dejado huella: Natalie Wood bajando la escalera con un vestido y pamela blancas, disponiéndose a una primera cita con el chico que le gustaba.- ¡Aquella visión era como un ángel!

  ¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? O sea, ¿me había fijado en aquella chiquita porque tenía un aire a lo Natalie Wood o al revés, que me impactó Natalie Wood porque se asemejaba a mi “imagen-mapa” grabado en mi cerebro y la proyecté hacia aquella muchacha? Pues no lo sé; me inclino a creer que lo segundo… En cualquier caso, me sucedieron todos esos síntomas que se han descrito antes, así que mis procesos químicos se pusieron a funcionar ¡y de qué manera!

  Aquello no cuajó, por razones que no vienen al caso, pero es cierto que después se pasa mal, si bien los recuerdos son todos positivos. En plena frustración, afortunadamente se me cruzó en el camino poco más tarde otra morenaza, todavía más morenaza, con un físico sorprendentemente similar a Claudia Cardinale (por entonces de moda) y, cómo no, con la expresividad de mi Natalie Wood de siempre.-

  Lo curioso es que las reacciones químicas en mi cuerpo cuando mi mente cruzaba la “imagen-mapa” primigenia con Natalie Wood por una parte y con Claudia Cardinale por otra,  ¡eran bien distintas! La primera me proporcionaba unas sensaciones de “enamoramiento romántico puro” calentándome las meninges, mientras que la segunda me calentaba también zonas más bajas… Incluso hoy en día soy capaz de reproducirlas in mente.- Será por eso que son mis “diosas”, aunque coloque a Natalie Wood en primer plano.- Debe ser que la mezcla de ambas ya es explosiva… lo que me llevó a unas consecuencias que se puede uno imaginar fácilmente.

   Como anécdota curiosa, a Claudia Cardinale llegué a conocerla personalmente algún tiempo antes cuando rodaba “El fabuloso mundo del circo”, pues esta película se rodó en parte en el parque del Retiro en Madrid y yo vivía por allí. La pena es que la ví en bata y zapatillas saliendo del camerino y la imagen me dejó un poco decepcionado, pero sus ojazos eran verdaderamente impactantes, así como lo que se adivinaba debajo de la bata (ver fotos).- Y a los 17 años ya no era uno de piedra…

 Pasemos a analizar la imagen del rostro de Natalie Wood (a la que no tuve ocasión de conocer y lamenté sin embargo, como si hubiese sido una amiga mía, su triste muerte en trágicas circunstancias en la plenitud de su vida) y tratar de entender cómo era posible que su mera imagen fuera capaz de desencadenar ciertas sensaciones y las consabidas reacciones químicas. Veamos cómo.


        


Otras fotografías:









Creo que estas fotografías ilustran suficientemente lo que quiero decir.

¿Se corresponden con mi “imagen-mapa” en el cerebro a los 8 añitos? Pues no lo sé, pero es muy posible.- Debe haber un nivel altísimo de coincidencia.

Además, según la Wiki, Natalie Wood era relativamente bajita, pues su talla era de 1,52 m. Pero todo ello a magnífica escala.-  Otra coincidencia.  Lo mejor, para el que esté interesado y quiera profundizar, es que eche una ojeada a los videos adjuntos. Ver las sonrisas y la expresividad de esta “diosa” como si estuviese viva a nuestro lado, es algo impagable. Incluso hay que verla en la interview ya de más mayorcita:

http://youtu.be/W7L7eqaaidw              Interview
http://youtu.be/6RSBDH_uQ6c             The most beautiful
http://youtu.be/JbNoL-WZ9ns                En Austria
http://youtu.be/xSAdkvjiYoA                  Homenaje
http://youtu.be/k5SkhvoV_7c                In memory
http://youtu.be/ialCwWQ32eE              The most …
 
Pasemos a mi otra diosa, Claudia Cardinale.

 Dejemos que hablen las imágenes:
 

 






Sin comentarios, naturalmente.- Y las diferencias, notables; desde luego ninguna de estas fotos posee la “inocencia” de las anteriores de Natalie, pero a cambio son muy, pero que muy estimulantes… ¿o no?  ¡A ver quién aguanta este “poderío”!

Y sin embargo, existen límites muy difusos en estas aparentes contradicciones, expuestas con maestría en “La chica con la maleta”, donde se trata precisamente la “imposible inocencia” de CC frente a los sentimientos que causa en los demás.


 Tengo la impresión que habrá una opinión generalizada en cuanto a que la mirada de esta otra diosa provoca unas reacciones químicas en nuestro cerebro de índole diferente a las que provoca la de Natalie Wood; a ésta quisiéramos protegerla y achucharla en nuestros brazos, continuando así y dejando que la dopamina trabaje tranquilamente  el mayor tiempo posible, mientras que con nuestra Claudia - y sin necesidad de mostrar el cuerpo entero-  se activa rápidamente la testosterona, “pasamos” de dopamina y queremos morder esos carnosos labios a la vez que nuestras manos van al “pan”. Caminos y reacciones bien diferentes…

  Evidentemente, si fundimos ambas imágenes en una sola, el resultado puede llegar a ser demoledor… ¡enamoramiento y encalabrinamiento juntos! La reacción química correspondiente sería claramente exotérmica, lo mismo que echar litio al agua, provocando llamaradas.

  Seguramente habrá mujeres por ahí que cumplan con estos cánones, por llamarlo de alguna forma; el peligro subyacente si nos encontrásemos con uno de estos ejemplares sería enorme y serían capaces de romper cualquier estabilidad adquirida. Asimismo, si pasáramos por un momento de frustración amorosa con falta de fenitilamina, el encuentro con un espécimen de esta clase sería capaz de curar cualquier tipo de depresión y no necesitaríamos ya echar mano del chocolate. Más peligroso, pero también más sano, ¿verdad?

  Podemos hacer una prueba: tirando de archivos fotográficos, voy a seleccionar imágenes que pudieran tener más o menos coincidencias con la imagen que inconscientemente llevo encastrada en mi cerebro.  Al contemplarlas, dejemos que nuestro instinto analice lo que nos sugieren. Es evidente que mi imagen-mapa no va a coincidir con la de otros, pero hay rasgos como los mencionados en el rostro de Natalie Wood (la mirada y la sonrisa) que son universales, que debieran inducir emociones similares en cualquiera de los lectores. Estamos rozando también la personalidad expresiva de una persona y tratando de asimilar estos rasgos a su propio ser, que es en cierta forma la base de una buena fotogenia, que en mi opinión de fotógrafo aficionado no es más que acercar la propia personalidad a la expresión del rostro cuando se hace una foto.  Veamos si es verdad; con las teorías anteriores, cada una de estas fotos me provocan en mayor o menor medida evocaciones que me acercan más o menos a la impronta original; unas de forma muy clara y otras de forma más difusa. En cualquier caso, ninguna deja indiferente y algo parecido pienso que debería pasarle al lector, en función, claro, que su imagen-mapa no fuese completamente diferente

  Y ya no pongo nombres. Adivina adivinanza…




       








 (Bueno, la última no cumple con los cánones; debe ser la excepción que se sale de la regla. Pero es que es excepcional y me rompe todos los moldes…)

Hala, a poner nombres.


                                                         ****************

Dicho todo esto, me he planteado la posibilidad de invertir el proceso, es decir, suponiendo que conociéramos con precisión las claves y los detalles de las reacciones químicas mencionadas, causar artificialmente el inicio del proceso. O sea, ¡provocar enamoramientos de laboratorio!

  Ejemplo práctico: un matrimonio que ha entrado en el periodo de laxitud e indiferencia que suele suceder a la cabo de unos años y está en riesgo de ruptura; le damos un “chute” y se re-enamoran. ¡Genial! Pero hay un problema: que es cosa de dos. Y cada uno de ellos necesitaría probablemente un chute diferente, con lo que la cosa se complica.- Y no digo nada si nos equivocamos y fallamos el tiro, dando a un tercero. ¡Menuda responsabilidad! La forma más sencilla sería una inyección de oxitocina, pues ya sabemos lo que provoca, pero si no lo acompañamos con la imagen apropiada, el riesgo sería brutal y a lo mejor a la señora le da por irse con el primer fontanero que llame a la puerta y que cumpla mínimamente con la impronta. Encima hay otro riesgo, pues ya hemos dicho que el enamoramiento conlleva una bajada importante en el juicio crítico… con lo que la aseveración de que las drogas entontecen o embrutecen se volvería a confirmar. Mucho riesgo.

  Hombre, haciéndolo bien, evitaríamos muchos divorcios, y de hecho el asunto de las “love drugs” se está investigando y se está desarrollando como una terapia de pareja… pero, ¿qué es mejor? ¿Dejar que la evolución de la pareja siga un camino natural o lograr que ambos deseen continuar juntos y hasta provocar artificialmente pasiones cotidianas que algunos han llegado a olvidar? ¿Estaríamos rozando o superando el libre albedrío de una persona? ¿Estaríamos convirtiendo una relación de pareja natural en una adicción?

  También es evidente que este proceder supondría connotaciones morales y sociales evidentes:” ¡enamoramientos a la carta! Elija Vd, en este book de candidatas a aquellas de las que le gustaría enamorarse…” Pues habríamos vuelto a invertir el proceso, haciéndolo en cierta forma redundante. Por ahí tampoco.

   Sin embargo, es tentador pensar que en casos extremos la química nos ayudaría a evitar casos de violencia de género; antes de cabrearnos más, nos tomamos una copa de oxiticina con hielo y las diferencias pasarían automáticamente a un segundo plano y se evitarían males mayores. ¿El fin justifica los medios? Que cada uno opine consultando con su conciencia…

  ¿Y los solitarios o los tímidos? Un chute de droga enamoradiza –el famoso elixir de amor de los antiguos- en conjunto con unas buenas imágenes en tecnología 3D les haría pasar una buena tarde. Lo malo es que generaría una adicción enfermiza. Tampoco resulta perfecto.

  La pregunta es: lo mismo que hoy se toman píldoras para todo, ¿se podría pensar en algo así en casos “muy determinados”? ¿Cómo se controlarían los condicionantes? Complicadillo…

  Mira por dónde, hemos descubierto también el significado del dicho ése de “parece que hay química entre estos dos…”

  Por último y dejando las “drogas” a un lado, ¿somos todavía capaces los mayores de enamorarnos naturalmente como a los 20 años? Cada uno que opine mirándose a sí mismo, pero mi opinión es que sí. La impronta continúa ahí agazapada y si nuestra capacidad cerebral se ha mantenido razonablemente bien, pudiera activarse perfectamente si se encontrase la mecha apropiada. Otra cosa sería lo de las reacciones fisiológicas subsiguientes, pero hasta para eso se han puesto a disposición otros medios químicos, discutibles también, por cierto.

En fin, tenemos por delante un futuro rico y prometedor, ¿o no?


Gracias, Natalie, por haber existido y, sin embargo, seguir ahí…


                                    ************************************  
 

8 comentarios:

  1. Pues yo sigo sin saber quiénes son la Seis y la Ocho. Los siento, pero me resultan como de Marte.

    En otro orden de ideas, es asombroso cuán distintos pueden ser los efectos de una determinada peli en dos cerebros coetáneos y supuestamente sensibles a los mismos impulsos. Lo digo por 'Esplendor en la Hierba'. El que describe Kurt sobre su persona me hace reflexionar sobre lo muy distintos que somos. En mi caso, y cuando la vi por primera vez (y temo que última), me causó una tremenda impaciencia. Con lo fácil que habría sido para los dos guapísimos protagonistas buscarse un pajar en condiciones y dejarse de chorradas (lo cual, a fin de cuentas, es lo que por entonces, allá por los 1920's, hacía la gente normal; hoy les basta con mandar a sus papis a dar una vuelta por ahí). Moraleja: con personajes prácticos, sencillos y resueltos debe ser imposible hacer películas. En cuanto a Miss Wood, pues tampoco. Una chica que por entonces, cuando soñábamos con las diosas del cine, midiera menos de 1,70 y desplazara menos de 55 kilos en canal no valía para soñar con ella. Cuando menos, no valía para que soñara yo. Por entonces sostenía que para pecar contra la carne hacía falta que hubiera carne, a ser posible bien servida. En estos otros ya no sostengo eso. Por razones que os resultarán familiares todo se me va volviendo una patética espiritualidad.

    Muchas gracias de todos modos, Kurt, por tu valentía al mostrarnos tus sueños de primera juventud. Pese a que ya seamos unos yayos displicentes siguen siendo muy pocos los que se atreven a hacerlo.

    Alfonso el ex-Soñador

    ResponderEliminar
  2. Lo que pasa es que con los años los matices ya no son los mismos y las impresiones al ver cierta escena suelen estar más diluídas. Todos cambiamos con los años y no hay más que vernos a nosotros mismos al cabo de casi 50; todos hemos evolucionado.
    Si a esto se le suman los aspectos de la personalidad de cada uno, no es de extrañar que los resultados sean diversos; sin embargo, estoy convencido que muchas de nuestras reacciones viscerales "son como son" debido a improntas que se nos han quedado grabadas desde la infancia o primera juventud. Si miras dentro de tí mismo, seguro que encontrarás algo...

    Me llama la atención que te titules "el ex-soñador"; creo que es una pena, pues siempre debemos soñar con algo. La realidad de la vida después nos mostrará otra cara, pero nadie nos podrá quitar nunca la capacidad de soñar, que es algo que nos podría mantener vivos hasta en circunstancias muy adversas. Y si somos prácticos, ¿por qué despojarnos de herramientas útiles a nosotros mismos? Lo mismo sucede con la fé; el que la tenga, mejor para él, independientemente de connotaciones religiosas...

    Ah, veo que has entrado al juego de las actrices: la nº 6 es una foto que hice a mi "oscuro objeto del deseo de entonces" y que se ha convertido en mi mujer (que ya conoces), hecha en la época del enamoramiento y resultado, por tanto, de mis teorías (es la morenaza a la que me refiero en el artículo, la mezcla peligrosísima de Natalie Wood y Claudia Cardinale). La nº 8 sí es una actriz latina (Michelle Rodríguez) que cumple muy bien con la impronta.

    ¡Gracias por tus comentarios!

    ResponderEliminar
  3. Como dicen los psiquiatras actuales: "Somos pura química", Demócrito tenía razón. De la pasada terapia para las depresiones sólo se conserva el electro-shock, el resto es química.
    Enhorabuena por la nueva entrada.

    ResponderEliminar
  4. Lo que has escrito es un Master de Ingeriería Psiquiátrica. Te lo has estudiado.
    Desgraciadamente, o no, no he sentido conscientemente esa química o al menos no la recuerdo. Quizá haya sido por que me han debido de dar algo de miedo esa clase tipo de mujeres-divas, y otra cosa que parecerme que estaban buenísimas no me han producido mas emociones. Yo no las recuerdo.
    Obviamente si hubo enamoramientos, pero corrientitos, niñas normalitas y eso. Luego llegó la buena y desde los 22 hasta ahora, así estamos, reaccionando como podemos con las endorfinas, transaminasas y otras "finas". Me gustan muchas, nunca muchos, pero frío, las ves, disfrutas y ya.
    Hay una cosa que siempre recuerdo y que para mi química actual es primordial: La dulzura de la figura y de la cara.

    ResponderEliminar
  5. La dulzura es una propiedad enteramente subjetiva. Para que os hagáis una idea: de todas las estrellas del cine que recuerdo, y por ahora mis neuronas funcionan aceptablemente bien (toco madera), ninguna expresión de dulzura, incluyendo a las más superempalagosas, tipo Sissi y cosas así, jamás ha podido superar a la de Godzilla.

    Alfonso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿LA DE LA "PROTA" O LA DEL MONSTRUO?.
      MIRA QUE DE TI NO ME FÍO.
      Efectivamente la dulzura es subjetiva pero mantiene unosciertos cánones. Ej. Ursula Andress puede ser cualquier cosa menos dulce. ¿Me explico?

      Eliminar
    2. Pues no sabría qué decirte. Hace poco pillé un DVD de los muy de oferta con una peli de Doña Ursula. Se llamaba (en español) 'La Espía se Desnuda' (en alemán, no; son mucho más imaginativos que nosotros). Lo único que vale la pena de toda la maldita peli es Fräulein Andress, y a mi juicio no resultaría muy aconsejable para diabéticos.

      En cuanto a tu pregunta en mayúsculas, pues la de Godzilla, naturalmente. Por cierto, ¿no le encuentras un cierto parecido a Doña Soraya cuando nos despeña las paridas del consejo de ministros?

      Alfonso

      Eliminar
    3. Angel opina de Úrsula lo mismo que yo de la Claudia; hay "sutiles" diferencias que provocan reacciones químicas "diversas" y efectos "dulces" en los demás, aunque ya algo atenuados con eso de la pila (la pila de años que vamos teniendo...)
      Godzilla me provocaba sentimiento distintos; el que éstos sean más parecidos o no a los que me provoca doña Soraya is another cantar

      Eliminar

escribe tu comentario en el recuadro.
NO TE OLVIDES DE FIRMAR.
¡ LOS COMENTARIOS ANÓNIMOS SERÁN BORRADOS !.