La Piel Suave (1963), por Ildefonso Arenas

'La Piel Suave' -'Le Peau Douce'- fue la cuarta película de metraje completo que filmó François Truffaut. Hasta llegar a ella había recorrido un camino relativamente convencional: primero fue crítico -de los más pedantes y de los más odiados-, luego filmó cortos y en 1959, ya con alguna experiencia, la emprendió con su primer largometraje. Lo llamó 'Los 400 Golpes' ('Les Quatre Cents Coups'), y fue un éxito asombroso, absoluto, pese a que por culpa del poquísimo dinero que tenía fue una película poco menos que desnuda. Con ella nació lo que se dio en llamar 'Nouvelle Vague', una especie de nueva religión fílmica de la cual Truffaut fue, cuando menos, su profeta.

Cuatro años después había filmado dos más. Con la primera, 'Tirez sur le pianiste', se columpió un tanto, aunque con la segunda, 'Jules et Jim', otro taquillazo considerable (para su estilo de cine y para su esquelético mercado), se resarció y hasta hizo un poquito de hucha. Por entonces le rondaba por la cabeza una historia que trataba del pecado. Un pecado muy francés: cuarentón felizmente casado con su santa que pierde el oremus por un minón de veintipocos, lo cual acaba por costarle la vida entera. Era una historia bastante burguesa, campo en el que debutaba. Dijo a la prensa que su propósito era crear una obra 'indécent, complètement impudique, assez triste, mais très simple', con lo cual confundió un tanto a la parroquia, que bajo tales coordenadas esperaba una exhibición de chicha, lo cual sería enteramente nuevo en las costumbres de Truffaut. No iban por ahí sus intenciones (cualquier telediario de hoy enseña mucha más carne), pues el hombre se refería al alma, o al espíritu; en fin, a esas cosas que no interesan a casi nadie.

Se sentía tan seguro del terreno que pisaba -y en especial de su talento inconmensurable; se le había subido un poquito a la cabeza, vaya- que ni se preocupó de hacerse con un 'set' en condiciones. Los interiores los filmó en su casa -horrenda, por cierto- y en diversos hoteluchos cercanos a París donde le hacían buen precio, el único viaje de rodaje, a Lisboa, lo remató con un cámara a palo seco -él hacía incluso de 'gofer'-, una economía que traspasó a su estrella, que se tuvo que maquillar ella sola -lo hacía muy bien, dicho sea de paso- sin apenas protestar, primero porque había sido por cabezonería suya que Truffaut le diera el papel y segundo porque a la sazón ensayaban los diálogos en la cama. Usó la película más barata del mercado, alegando que con ese grano tan gordo incrementaba la pulsión dramática, las escenas en movimiento las resolvió subiendo una cámara a un Dos Caballos y resolvió la inmensa mayoría de las secuencias en una sola toma, lo cual le supuso unos errores de 'raccord' ciertamente notables -por no decir vergonzosos-, pero todo eso le daba igual. Se había enamorado de su historia, la que se había montado con su primera actriz hacía que alucinase pepinillos, su santa prefería mirar para otro lado -pese a estar bien al corriente no le cerraba el grifo-, su coro de jesuseros aplaudía todo lo que se le ocurría y el mundo, en general, le sonreía.


Truffaut explicando en qué consiste un 'travelling' agropecuario


La estrenó en el Festival de Cannes de 1964. Dominado por un optimismo invencible (su primera actriz, que a la sazón ya flotaba por otras camas, no lo compartía; sabía, por familia, mucho más de cine que Truffaut, e intuía, con razón, que aquello pintaba mal), que pese a todos los indicios en contra se negaba fieramente a desinstalar, se llevó el chasco de su vida al ver que la Palma de Oro iba para 'Les Parapluies de Cherbourg' (la que ha glosado Vicente). Para 'La Peau Douce', nada en absoluto. Se quedó muy deprimido, cosa que fue a peor al comprobar, cuando comenzó a exhibirla en los circuitos comerciales, que las escenas más dramáticas, que según sus cálculos harían correr ríos de lágrimas, sólo servían para que los crueles franceses se descojonaran vivos. De hecho, 'La Peau Douce' sólo hizo unos números decentes en los países escandinavos (en los cinco si se incluye Islandia) y en Japón, lo cual sigue considerándose un misterio sociológico. 

Llegados a este punto os preguntaréis ¿y por qué carallu es una de tus pelis favoritas? Bien, os lo explico, aunque antes haced el favor de admirar su poster comercial.



El que con los años se haya vuelto una rareza de las que se estudian -por no decir se diseccionan-, y que los DVD le hayan insuflado una vida que no tuvo en las salas comerciales, quizá signifique que algunos vimos en su momento lo que mucha gente comenzó a ver medio siglo después de que se rodara. Pese a todos los defectos señalados, y algunos más que por no pasarme he dejado de lado, la película funciona en estos tiempos como no lo hizo cuando Truffaut aún vivía -murió en el 84, a los 52 años-; es incluso más inexplicable cuando buena parte del cine de Truffaut, por no decir su obra entera, ha envejecido lastimosamente, pero 'La Peau Douce' se ha mantenido tan intemporal que las reimpresiones de su DVD se suceden y suceden, para pasmo general. 

El misterio, a mi entender, reside en muy poquitas claves. La principal, lo exquisitamente bien que combinan su primera actriz con el trasfondo de pecado que jamás abandona la pantalla. Un pecado delicioso y entrañable, como deben ser los buenos pecados -según los definió l'Évéque d'Autun, que al ser un príncipe de la Iglesia de pecados entendía-, y cuyas claves son tan obvias, van tan derechas a las tripas de los espectadores -en especial los masculinos-, que resulta irresistible si se contempla en la intimidad del salón, las luces bajas, la copa de buen single malt bien a mano, los niños acostados, la mujer alerta, mosqueada y sumamente interesada en descubrirnos alguna nueva debilidad, y las defensas, en fin, por los suelos. 


La prota: Françoise Dorléac a los 17 años;
 si alguien no sabe qué cosa es una parisina, que se fije

Françoise Dorléac era la segunda de las cuatro hijas que tuvieron Maurice Dorléac y Renée Simonot. Nació en París en marzo de 1942, con los alemanes sólidamente asentados en su barrio, Saint-Cloud. Ya desde pequeña demostró padecer un carácter indomable, lo que le costó ser expulsada de todos los colegios de monjas a los que su aterrada madre la llevaba. Los Dorléac eran de la farándula, los dos, y muy bien relacionados. A pesar de no ser muy bien vistos, pues fueron de los actores parisinos que no se negaron a trabajar mientras la Wehrmacht estuviera en París -como tantos y tantos otros-, a finales de los 40's estaban bien instalados en la esfera teatral de la ciudad. Su hija mayor jamás sintió interés por las candilejas, pero la segunda, que a los 17 era como puede verse más arriba, tuvo claro desde la primera foto que había nacido para eso. En 1963 llevaba filmadas ocho películas, todas para el consumo francés; se había hecho un nombre, aunque el espaldarazo definitivo le vino al hacerse público que Truffaut contaba con ella para el papel protagonista de 'La Peau Douce'. Françoise Dorléac no era nada remilgada, ni en lo personal ni en lo fílmico. Se podría decir piadosamente que de los hombres tenía un concepto 'kleenex', y en cuanto a lo segundo no vaciló en despechugarse -para horror de su santa madre- en su primera película, 'Les loups de la bergerie', con apenas 18 añitos, lo que para 1960 tenía su mérito. Aparte de ser una preciosidad era divertida, amable, simpática, sabía cantar, bailaba de maravilla -fue, a mi entender, la mejor pareja que Gene Kelly tuvo jamás-, y era tan buena en el cine como en el teatro -su 'Gigi' de 1960 pasa por ser la más exquisita de las que jamás se han representado-, e incluso como actriz de doblaje se hartó de dar voz, gracias a lo muy cazallera que era la suya, a un sin fin de personajes, empezando por la mismísima Heidi de 1952. Era por demás natural que Truffaut, al cual sacaba un palmo -una señora de 1,75 era en 1963 una cosa inusitada; a BB, sin ir más lejos, le llevaba media cabeza-, perdiera por ella todo lo que se puede perder por una mujer, y además hizo muy bien -yo habría hecho lo mismo; de hecho, a mi modo lo hice-.


Le coup de foudre


La historia, que como os dije trata del pecado, comienza en un escritor-editor cuarentón que sale de viaje, a Lisboa. Llega por los pelos a un avion de la Panair do Brasil -en el diseño de Truffaut sería de Air France, pero ésta se negaba en redondo a no cobrar; la Panair, que buscaba promocionar su quinta libertad con Lisboa, le cedió no sólo los pasajes, sino la posibilidad de filmar en el interior de uno de sus DC-8's-, y allí se da de manos a boca con una azafata francesa que de primeras se hace con su alma -y temo que con las de muchos otros más; aún hoy lo sigue haciendo-; dado que se aloja en el hotel de la tripulación -esas cosas que sólo pasan en las películas malas y en las novelas peores- se le pone a tiro la oportunidad de darse un premio, y acaba dándoselo, pues la monísima azafata no se resiste a la curiosidad de cepillarse un intelectual burgués, adinerado, casado y culpable -a la hora de pecar con un hombre, ninguna mujer que merezca la pena lo ignora, nada es mejor que uno que se sienta fatal; da mucho más gusto-. 

De regreso a París él se pregunta si tras el disculpable accidente -del que ni se le ocurre informar a la señora; esas cosas no se hacen ni en las películas malas- no habrá más, pues la dulce azafata se niega fieramente a ser desinstalada de su alma. Así, tras unas cuantas vueltas que sin duda me agradeceréis os ahorre, aprovecha una conferencia fuera de París para llevársela con él. Paran a echa gasofa -no os lo perdáis: el litro de super a ¡1 franco!- y ella, que ha sido amonestada por ir en jeans, se cambia en la gasolinera, y cuando sale, marchando hacia él en modo aparición sobrenatural, la cosa se hace clara en la mente del cuarentón: a tomar por saco todo, esto es lo que he soñado toda mi vida, y pase lo que pase yo me quedo con ésta.


Repostar en el camino de Reims puede conducir a ver cosas así


Tras otras cuantas vueltas más, en las que se hace claro para todos que el cuarentón es un incompetente que lo hace todo a medias, sin echarle los necesarios huevos, acaban llegando a un hotelito campestre, ella derrengada y él ansioso de pecar un poco más. Ahí, de pugnetera casualidad -no era una secuencia premeditada-, Truffaut nos regala una de las escenas más eróticas de la historia del cine, sin mostrar nada más que una porción de muslo, una cabeza de liguero y una media con brocado. Un genio, aceptaron incluso los críticos más despiadados sin llegar a saber que aquello nació en la cabeza de Françoise Dorléac. De tan perversa como era imaginó la cara que pondría su inepto amante al quitarle la ropa mientras ella se hacía la dormida, y aunque todo acaba en un inocente medio muslo al aire, el efecto en el subconsciente de un programador de 18 añitos -los que yo tenía- no pudo ser más devastador.



La escena



A la mañana siguiente nuestro insensato cuarentón se muestra enchochado más allá de la locura, pero la mirada de la dulce azafata hace pensar que de allí ha sacado ya todo lo que había, y que si algo abunda en este mundo cruel son los intelectuales salidos, de cualquier edad.



Cuando tu amante clandestina te mira así tras una noche de amor salvaje,
ve inventándote algo convincente para explicar a la señora

El resto no os lo cuento. El DVD está en Media Markt a no mucho más de diez euros, así que vosotros mismos. En cualquier caso, el pecado ya está consumado, y a lo grande. Ahora llegan sus consecuencias, cosa que siempre resulta mucho más aburrida (salvo si interviene algún padre Almellones).



Daniel Ceccaldi (una especie de padre confesor), François Truffaut,
Nelly Benedetti (esposa jamona), Jean Desailly (cuarentón incompetente)
y Françoise Dorléac (diosa)

La película, como os dije, se estrenó meses después, en Cannes. La foto es de aquellos días. Pese al aspecto sonriente todos menos Truffaut sospechaban que se la iban a dar de colores, como así fue. También de colores se la dio Françoise Dorléac tres años después, en un bucle de autopista cerca del aeropuerto de Niza donde su R-10 alquilado, coche traidor donde los haya habido, le derrapó de atrás para estamparse de costado contra un poste de hormigón. Se incendió en el acto. Françoise, consciente, no pudo salir, porque las puertas se habían deformado. La policía sólo pudo identificarla por la matrícula del coche. Lo que viene ahora es la portada de 'Jours de France' del día siguiente. 





Los años pasan, implacables, pero algunas mentes no olvidan, o no del todo. Cerca de medio siglo después me publicaron mi primer libro, en buena parte inspirado en ella (no como persona, sino como personaje dentro de otro personaje). Me parecía un deber moral dejar un ejemplar sobre su tumba, junto con una docena de rosas compradas en una carísima floristería del Faubourg St. Honoré -si, ya, una gilipollez, pero fue mi gilipollez, ¿vale?-. Está enterrada en el recoleto cementerio de Seineport, a una hora de París. Es una tumba sencilla y elegante, de marmol muy oscuro. El color de los ojos de la diosa muerta.






(c) Ildefonso Arenas
ildefonsoarenas.blogspot.com.es

7 comentarios:

  1. No me extraña en absoluto que Françoise Dorleac te inspirara a los 16 y a los 56. Era un encanto de actriz de la que ignoraba su accidente. Yo habría puesto el libro y las rosas compradas en el Faubourg Saint Honoré sobre la lápida para hacer la foto. Pourquoi pas?

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    1. La foto es de la primera vez que fui allí, solo. La segunda vez, que fui con mi mujer, no hicimos fotos.

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  2. Mujeres así no deberían morir nunca...

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    1. Esta película no la vi. "Los 400 golpes", era para mayores, por lo que cuando se puso en España (teníamos 13 años), fue imposible verla. La vi muchos años más tarde por la tele. Me apenó el pobre chico, más calamidades son difíciles de pasar, pero en su época fue como un cine de denuncia.
      Otra película muy impactante, la primera que vi de Roman Polansky es "Repulsión". Caterine es prácticamente una adolescente preciosa en esa película. Pero recuerdo que había que verla en un cine "de arte y ensayo", con carnet de tener 18 años, estaba clasificada con 4 (gravemente peligrosa). A mi me dio asco, pues me parecía irracional lo que hacia ella con su novio (cualquiera tiene una novia así pensé). La he visto una vez después y me produce repulsión, como indica su nombre, aunque ella está guapísima.

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  3. Recuerdo haber visto "Los 400 golpes" y "Repulsión", esta última creo recordar en el "Cinema Palace". Los 400 golpes en cines de arte y ensayo, había uno en la calle Manuel Silvela, en la parroquia de...
    no recuerdo su nombre.
    Otras películas francesas de buen recuerdo fueron "MI tío" y dos mas del mismo Jaques Tati y cuyo nombre no recuerdo. Seguramente entrando en Google o en You tube las podría buscar. Eran una mezcla de cine mudo y efectos visuales en mi opinión fantásticas.

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  4. Bueno, la de Repulsión era su hermana Catherine, entonces con 22 años y actualmente con 68 pero, en mi opinión se conserva bastante bien.

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  5. Al natural no sólo no los aparenta, sino que está estupenda. Sigue fumando como una chimenea, conserva el mismo sentido del humor de toda la vida, mezcla de vitriólico y venenoso, y los españoles no le gustan nada, salvo si hablan un aceptable inglés y le llevan, para que se lo dedique, un ejemplar de 'Elle s'apelait Françoise'. Entonces, sí. Entonces incluso acepta merendar contigo.

    Alfonso

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